Este viernes se cumplen 30 años del nacimiento del primer bebé español procedente de un embrión congelado. Un logro que fue posible gracias al equipo de médicos y biólogos del Instituto Universitario Dexeus, que en España fue el primero en aplicar la técnica que lo hizo posible.

Su nacimiento se produjo tan solo tres años después de el del primer “bebé probeta” español, que también tuvo lugar en Dexeus, y, aunque la noticia no tuvo el mismo impacto social ni mediático, también fue un hito, ya que demostró que era posible congelar los embriones obtenidos en fecundación in vitro, y, por tanto, disponer de nuevas oportunidades para lograr un embarazo cuando ese objetivo no se conseguía en el primer intento. A nivel mundial, los primeros en lograrlo fueron un equipo de investigadores australianos, que dieron a conocer la noticia en 1983 (revista Nature).

La criopreservación, que es el nombre que recibe la técnica, también se utiliza actualmente para preservar la fertilidad –de hecho se utilizó antes para congelar esperma y óvulos que embriones – bien sea por razones médicas (como cuando hay que someterse a un tratamiento oncológico) o por motivos sociales, cuando se desea posponer la maternidad por circunstancias profesionales o personales. Esta última opción ha aumentado significativamente en los últimos años en España: solo en nuestro centro y desde el año 2009, se ha multiplicado por diez.

Desde sus inicios, la criopreservación de embriones ha evolucionado en muchos aspectos y actualmente en la mayoría de los centros se utiliza la vitrificación, un sistema de congelación ultrarrápida que ha permitido optimizar el proceso, así como mejorar la supervivencia de los embriones: la supervivencia actual supera el 90% –mientras que hace solo 10 años se situaba alrededor del 70%–. Por este motivo, la tasa de éxito de los tratamientos de reproducción asistida que se realizan a través de criotransferencias embrionarias ha llegado a equipararse a la de las transferencias de embriones en fresco. En nuestro centro, además, se ha incorporado recientemente un nuevo sistema automatizado que permite estandarizar los resultados, minimizando al máximo el efecto del factor humano.

La criopreservación también ha permitido reducir el número de embarazos múltiples mediante la transferencia de un único embrión y la criopreservación de los embriones restantes para futuras transferencias, y, con ello, los riesgos que comportan, tanto para la salud de la madre como del futuro bebé.

¿Y qué ocurre mientras los embriones (o el esperma y los óvulos) permanecen congelados? te preguntarás. Pues, simplemente, se detiene su desarrollo, es como si se quedaran “inactivados”, ya que se conservan en nitrógeno líquido a -196º, una temperatura que impide cualquier tipo de actividad biológica. Pero lo más sorprendente es que pueden permanecer en ese estado durante años –técnicamente, no hay un límite establecido–. De hecho, han nacido bebés a partir de embriones que llevaban ¡más de quince años congelados!

Al igual que otros avances, la criopreservación se ha convertido en un proceso muy habitual en los laboratorios de reproducción asistida, con protocolos estandarizados. Sin embargo, a finales de los ochenta la medicina reproductiva todavía era una disciplina muy incipiente en nuestro país, y el nacimiento de un bebé obtenido a través de una criotransferencia supuso un hecho impactante. No hay más que echar un vistazo a algunas de las frases y titulares que utilizó la prensa para dar a conocer la noticia (que más que anunciar un avance médico, parecen fragmentos extraídos de una novela de suspense de John Le Carré o Frederic Forsyth): “El bebé que vino del hielo” (ABC); Acaba de nacer un ser humano que tuvo su vida en suspenso durante tres meses” (La Vanguardia).

Desde aquí queremos destacar la gran labor de todos los profesionales que siguen trabajando día a día por el avance de la medicina reproductiva, así como dar las gracias a los que hicieron posible el nacimiento de aquellos primeros niños “surgidos del hielo” –que ya son cientos de miles en todo el mundo – por haber abierto un camino que ha dado esperanza a muchas familias.