El verano es un periodo fantástico para desconectar y romper con la rutina. El buen tiempo despierta la sensualidad, aumenta el tono vital e invita a alargar los días y también las noches. Por eso muchas parejas deciden “ir a buscar el bebé” durante las vacaciones. Si es tu caso pero el plan no se ha cumplido ¡no te desanimes! Recuerda al refrán de “lo bueno se hace esperar” y no te pongas presión. Como habrás oído mil veces, estar relajada es fundamental. Además, quedarse embarazada no es tan fácil como parece.

Si sigues nuestro blog habrás visto que los seres humanos no somos lo que se dice “muy eficientes” a la hora de reproducirnos. Y nuestra especie es muy selectiva, es decir, que si durante el proceso reproductivo se produce cualquier “fallo técnico”, por así llamarlo, el propio sistema que pone en marcha ese proceso se encarga de interrumpirlo. Así que lo mejor es tomarse las cosas con calma y tener paciencia.  Pero, ¿hasta cuándo?

Si tienes menos de 35 años y solo llevas unos meses “probando”, date al menos un año de margen. Y, en el caso de que superes esa edad, el tiempo de prueba aconsejado son seis meses. Ese es el plazo que los médicos consideran adecuado antes de estudiar si existe algún problema de fertilidad. La razón es que la tasa de embarazo en parejas que intentan concebir de forma natural se va reduciendo en aquellas que no lo consiguen a medida que van pasando los meses, como muestra la siguiente gráfica.

Tasa de fecundidad en parejas que intentan concebir de forma natural a lo largo de un año (sobre 100)

Tasa de fecundidad en parejas que intentan concebir de forma natural a lo largo de un año (sobre 100)

Si te encuentras en cualquiera de esas dos situaciones y dudas de si debes o no consultar a un experto en reproducción asistida, la respuesta es sí, especialmente si estás preocupada.

El objetivo de esta primera visita es detectar o descartar si existe algún problema para conseguir un embarazo. Aunque no se suele hablar de ello, los problemas de fertilidad son más comunes de lo que se cree. Afectan a un 15% de las parejas y en un 30% de los casos la causa se debe tanto a factores de origen femenino como masculino. Por ello, los especialistas aconsejan siempre realizar un estudio conjunto.  Las pruebas que se llevan a cabo en estos casos evalúan diversos indicadores que desempeñan un papel clave en el proceso reproductivo y su objetivo es determinar si todo funciona como debería o no. En nuestro centro ofrecemos la posibilidad de realizar un estudio de fertilidad por separado o conjunto. El de pareja incluye:

  1. Una primera visita médica, para conocer vuestro historial médico y estilo de vida.
  2. Una revisión ginecológica completa: ecografía y exploración física, para detectar posibles patologías del aparato reproductor (malformaciones, pólipos, miomas, quistes, etc.).
  3. Un análisis de sangre para conocer los niveles de diversas hormonas como la folículoestimulante (FSH), responsable del crecimiento y la maduración de los ovocitos, el estradiol, que regula el ciclo menstrual,  la tirotropina (TSH), que influye en el metabolismo y la antimülleriana (AMH), un marcador que permite conocer la reserva ovárica.
  4. Un seminograma para valorar la calidad, concentración y movilidad de los espermatozoides.

Curiosamente, y eso es algo que muchas mujeres no saben, cada mes no siempre madura un óvulo aunque tengamos la regla. Y muchos de los ovocitos que nuestro organismo selecciona para que puedan llevar adelante un embarazo no logran progresar o presentan anomalías, por lo que se disuelven antes de poder ser fecundados. E incluso el hecho de tener la regla no implica necesariamente que una mujer sea fértil.

En cuanto al esperma, el volumen normal de espermatozoides oscila entre 1.5 y  5 ml por eyaculación. Y en general, se pueden expulsar de 15 a 150 millones por mililitro. Gran parte de ellos presentan problemas de movilidad. Pero si un 40% (al menos) tiene la movilidad adecuada, el resultado se considera normal. Como ocurre con los ovocitos, muchos mueren antes de conseguir su objetivo en la carrera para fecundar al óvulo, pero su presencia masiva permite a los mejor preparados avanzar para que alguno de ellos pueda lograrlo.

¿Y si los resultados no están dentro de los parámetros normales? No os alertéis, porque muchos de los problemas que se detectan se pueden tratar o solucionar a través de técnicas de reproducción asistida como la FIV o la ICSI.  Y si existe el riesgo de alteraciones genéticas, se pueden detectar y evitar a través de tests específicos y otras pruebas, como el diagnóstico genético preimplantacional (DG). Por lo que casi siempre existen opciones para “poner en marcha un plan B o C”.

La ventaja de llevar a cabo un estudio de fertilidad es que permite averiguar “la situación reproductiva” de cada pareja, y sus posibilidades reales de lograr un embarazo. Una información que es fundamental para decidir cuál es el siguiente paso a seguir en cada caso. Además, evita la incertidumbre y alargar inútilmente el tiempo de espera, un factor que en las mujeres que se acercan a los cuarenta o superan esa edad es clave para aumentar las posibilidades de lograr un embarazo.