Estamos ante uno de los principales retos de la medicina reproductiva, reto porque hay controversia en todo lo que lo rodea, no solo en su definición sino también en su manejo.

Lo primero que hay que saber es que la implantación embrionaria es sin duda el paso limitante en reproducción asistida ya que se trata de un fenómeno altamente complejo del que falta mucho por conocer.

En general entendemos por fallo repetido de implantación cuando no ha habido implantación tras la transferencia de al menos tres blastocistos de buena calidad en parejas de buen pronóstico o por debajo de los 38a o tras la transferencia de 3 embriones euploides, es decir, cromosómicamente normales.

Así que el hecho de que tras el primer o segundo intento no haya habido éxito no es motivo de abandono, de hecho, en parejas con buen pronóstico, se estima que la probabilidad acumulada de éxito tras 3 embriones euploides transferidos supera el 90% así que como veis, la perseverancia es clave.

El motivo más frecuente, sin duda alguna, de no implantación embrionaria es la aneuploidía, es decir, la presencia de alteraciones cromosómicas en el embrión. Este es un fenómeno que incrementa significativamente con la edad materna. Por este motivo, en una pareja con fallo repetido de implantación, si planteamos un ciclo de FIV, solemos aconsejar realizar un cribado previo en el embrión para evitar transferir embriones con alteraciones cromosómicas.

Si hemos descartado un factor embrionario, habrá que poner atención al factor uterino, que se estudia sobre todo con una ecografía en 3D, que nos permitirá descartar malformaciones uterinas, patologías como miomas, adenomiosis. Otras pruebas que podríamos realizar son la hsc y una biopsia endometrial, que nos ayudaría a detectar ciertas alteraciones funcionales del endometrio (disbiosis, endometritis), pero no hay evidencia sólida al respecto.

Por último, existen ciertas condiciones sistémicas en la mujer, como pueden ser alteraciones en el tiroides o el síndrome antifosfolípido, que también podrían también tener un impacto negativo en la implantación.

El manejo de los fallos de implantación es una necesidad clínica real, es una situación a menudo desesperante para las parejas, y el reto para nosotros implica estar ahí y dar apoyo, pero sin sobre diagnosticar ni sobre tratar, sobre todo si los tratamientos no están exentos de efectos secundarios.