En general, no valoramos lo bien que funciona nuestro cuerpo hasta que algo empieza a fallar. En algunos casos el origen son problemas de salud que no podemos evitar. Pero en muchos otros sí, si hubiéramos hecho una buena prevención. Un claro ejemplo es nuestro suelo pélvico. Se llama así al conjunto de músculos y estructuras que ejercen la función de sostén de una serie de órganos alojados en la pelvis: la vejiga, el útero, el recto…

Para que estos órganos puedan funcionar con normalidad, nuestro suelo pélvico debe estar en buena forma. Y si no es así, empiezan los problemas: desde pérdidas de orina a disfunciones en el ámbito sexual (vaginismo, dolor en el momento de la penetración, dificultades para alcanzar el orgasmo), trastornos de la menstruación, síntomas postquirúrgicos tras una intervención que haya afectado a esa zona como una cesárea, una episiotomía o histerectomía, patologías de origen nervioso y descenso parcial o total de algunos órganos internos (técnicamente, se denomina prolapso). En fin, nada que suene muy bien.

Además, no son problemas que afecten solo a mujeres mayores. Pueden presentarse también en mujeres jóvenes que practican deportes de impacto de forma intensiva, tras la maternidad, si no se hizo rehabilitación después del parto, y en la menopausia si no lo cuidamos, porque con los años toda nuestra musculatura va perdiendo fuerza. En Europa se calcula que un 40% de las mujeres tiene alguna disfunción –en diferente grado– de suelo pélvico, pero solo un poco más de la mitad deciden consultarlo.

Para evitar estos problemas es básico pedir una visita de valoración con un fisioterapeuta especializado en suelo pélvico. La buena noticia es que “la fisioterapia es la primera línea de tratamiento para este tipo de disfunciones y la principal para prevenirlas, así que el primer paso es muy fácil”, explica Yolanda Mesa, responsable de la Unidad de Fisioterapia del Suelo Pélvico de Dexeus Mujer.

Pero ¿qué te miran exactamente en esta visita y en qué consiste el tratamiento? Pues la primera visita consiste, simplemente, en realizar una entrevista para recabar información general sobre tus antecedentes médicos y tu estilo de vida, y una exploración física. “En la exploración física llevamos a cabo una exploración visual y palpatoria para valorar la musculatura pélvica y la movilidad de los órganos que se alojan en la pelvis, así como la estabilidad de la zona pélvica y lumbar. Se realiza tumbada y en una posición en la que la paciente se sienta cómoda y relajada, con las piernas flexionadas y los pies apoyados en la camilla. A partir de ahí, establecemos unos objetivos de tratamiento y seleccionamos las técnicas de reeducación pelviperineal más adecuadas para alcanzarlos”, añade Yolanda Mesa. “El objetivo de esta visita es conocer a fondo el caso concreto de cada paciente para poder diseñar con éxito el tratamiento posterior, si es necesario”.

Como ves, no es algo complicado. Pero a veces el tratamiento se alarga o es más complejo, sobre todo si la disfunción pélvica ya ha provocado otros problemas. En este post te proponemos un sencillo test para que tú misma tomes la iniciativa.


Test de suelo pélvico

Si tu respuesta es un SÍ, aunque solo sea a una de las preguntas, pide una visita de valoración:

  • ¿Se me escapa el pipi? (aunque solo sea una gotita)
  • ¿Tengo que correr para ir al baño cuando llego a casa?
  • ¿Siento dolor en las relaciones sexuales? (durante, o después)
  • ¿He tenido un parto vaginal largo, difícil o instrumental?
  • ¿Me han practicado una cesárea?
  • ¿Tengo sensación de pesadez en el bajo vientre?
  • ¿Tengo estreñimiento?, ¿necesito empujar para hacer pis o defecar?
  • ¿Me pica o me molesta la vulva?
  • ¿Me siento insegura al toser o estornudar si tengo la vejiga llena?
  • ¿Necesito ir al baño con frecuencia?
  • ¿Ensucio el papel higiénico, aunque no haya defecado?
  • ¿El chorro del pipi se me va hacia un lado?
  • ¿Tengo cándidas o infecciones vaginales de repetición?