La mayoría de las madres que han amamantado a sus hijos se sienten doblemente satisfechas: por la experiencia y por los muchos beneficios que aporta al bebé, que es lo que más nos importa. Lo que no todas explican son los problemas que tuvieron al hacerlo, que los hay (y de todo tipo): dolor –habitualmente provocado por una mala posición del bebé al succionar–, grietas, congestión mamaria, hipogalactia (que no es nada cósmico, sino un problema de baja producción), o, simplemente, despertarte por la noche con la camiseta empapada de leche, mientras tu pareja duerme a pierna suelta, por citar solo algunos ejemplos bastante frecuentes.

Tampoco se habla del desgaste que supone: la lactancia consume energía. Se calcula que una madre lactante requiere, aproximadamente, un 20% más de calorías que la que no da el pecho. Pero tranquila, tu misión no es ganar más peso ni convertirte en una fábrica productora. Solo alimentarte bien para garantizar que tu bebé esté bien alimentado también. Además, no hay una norma clara respecto a la cantidad de leche que debe tomar un lactante de 0 a 6 meses, ya que las necesidades de cada bebé y la frecuencia de tomas pueden ser distintas. En general, el consejo es respetar lo que toma el niño/a y comprobar si gana el peso adecuado.

A todo ello hay que sumar el cansancio acumulado: en general, y durante los primeros meses, los recién nacidos duermen poco, y hay que amamantarlos cada 2 o 3 horas, lo cual, a más corto o largo plazo, absorbe toda la energía y buena voluntad de la madre más dispuesta.  Además, se trata de un tema sobre el que todo el mundo opina (abuelas, amigas, allegadas y conocidas), y sobre el que existen muchos mitos y creencias que más que ayudar, generan más dudas.

Seguro que habrás oído que para favorecer la lactancia “hay que”: comer más, beber leche, ingerir muchos líquidos, comer almendras crudas, beber cerveza o hacerse infusiones de hinojo, anís verde y otras plantas a las que se atribuyen propiedades galactogogas. Vayamos por partes:

  1. Nutrientes de calidad: sí necesitas energía, pero lo que importa es que los alimentos te aporten nutrientes de calidad, nada de “calorías vacías”.
  2. Nada que ver. La leche que tomas no tiene nada que ver con la que produces, por lo que no es necesario obligarse a tomar este alimento.
  3. Buena hidratación: la lactancia provoca más sed, pero no te fuerces a beber más líquido del que necesitas.
  4. No está demostrado. La cerveza, estimula la prolactina –una hormona imprescindible en la lactancia–, pero no se ha demostrado que su consumo tenga un efecto directo en la producción de leche. Lo mismo se puede decir de las almendras o los preparados de herbolario. Por lo que si realmente tienes un problema de baja producción, lo mejor es que consultes a tu médico.

Lo que sí favorece la producción de leche es la estimulación del pecho (si no se da el pecho de forma frecuente o el bebé no succiona bien, la producción, a la larga, disminuye) y mejorar la práctica. Asimismo, conviene alternar los pechos o combinarlos en cada toma. En cuanto a la duración de las tomas, se ha de adaptar al ritmo del bebé, pero teniendo en cuenta que ello debe permitir a la madre atender también a su vida personal, laboral y familiar. En general, la mayoría de los bebés suelen vaciar el pecho en 10-15 minutos. Para resolver dudas, lo mejor es que contactes con los grupos de apoyo a la lactancia: las consultas son gratis y aprenderás muchos y buenos trucos.

Además, la lactancia también tiene efectos beneficiosos para la madre: favorece la recuperación del tamaño original del útero, ayuda a disminuir el sangrado tras el parto y acelera la pérdida de los kilos de más que puedes haber ganado durante el embarazo. Así que, ¡ánimo a todas las valientes, que el esfuerzo tiene un bonus!