Muchas disfunciones sexuales no se consultan, por apuro y porque se cree que se deben más a problemas personales que físicos. Pero así, lo único que logramos es culpabilizarnos y hacer que se prolonguen. Un claro ejemplo es la eyaculación precoz.

Esta ‘condición’ es mucho más frecuente de lo que parece: se calcula que puede afectar a entre un 30 y un 40% de los hombres en algún momento de su vida. Además, a todo el mundo le puede pasar, al menos una vez. Quizás por ello no se le da demasiada importancia. Pero cuando ocurre de forma repetitiva, impide disfrutar del sexo o afecta a las relaciones de pareja hay que pedir ayuda para solucionarlo.

Generalmente —en más de un 90% de los casos— el origen es psicológico, y se asocia a estados de ansiedad o a etapas de estrés. El problema es que el miedo a “volver a fallar” aumenta la tensión, lo que crea un círculo vicioso.

Pero tenemos buenas noticias: la eyaculación precoz no es una enfermedad, y con buen asesoramiento médico y apoyo psicológico, además de algún tipo de medicación de aplicación local u de consumo oral (dependerá del caso), se puede lograr que el reflejo eyaculatorio no aparezca precozmente.

El tratamiento consiste precisamente en ‘reaprender‘ a controlar la aparición de ese reflejo. Para ello se pueden indicar desde ejercicios de suelo pélvico a terapia sexual, como la llamada “focalización sensorial”, que consiste en un entrenamiento a través de caricias que progresan desde áreas no erógenas hasta las erógenas, con la intención de disociar de la parte genital la relación sexual.

El tratamiento farmacológico es muy útil como coadyuvante de la terapia sexual, porque disminuye los niveles de ansiedad y retarda la aparición del reflejo, pero siempre debe utilizarse como apoyo, no para “curar”, porque como ya hemos comentado no se trata de una patología. De todos modos, y aunque en la gran mayoría de los casos el origen sea psicológico, siempre hay que acudir a un andrólogo para valorar que la eyaculación precoz no sea un síntoma de una infección de próstata o de uretra, por ejemplo.

En nuestra Unidad de Salud del Varón hemos comprobado que la terapia combinada, multidisciplinar, que incluye tratamiento psicológico y médico, es la que ofrece mejores resultados. Y si se tiene pareja ¡mucho mejor si podemos contar con su complicidad!