De ilusión también se vive”, dice el refrán. Y tiene razón, porque gran parte de las cosas que nos hacen ilusión se alimentan de nuestra imaginación y de las expectativas que ponemos en ellas, aunque no siempre se cumplan. Nos puede pasar con todo: desde un viaje, una fiesta o un restaurante nuevo, a la final de un partido, una cita, una cena romántica… y, claro, el sexo. Por ello, aunque nunca hay que perder la ilusión, hay que tener claro que cuanto más altas sean nuestras expectativas, menos posibilidades habrá de que la realidad se ajuste a ellas, y mayor será la decepción. Así que hay que ajustar el baremo y si al final el resultado no es el esperado, relativizar las cosas. La experiencia ayuda, y la actitud también.

En este post apuntamos algunas situaciones relacionadas con el sexo que pueden no salir como una espera. Si te ocurre, o te ha ocurrido, no te preocupes, ¡es más normal de lo que crees! Lo mejor es tomarse las cosas en clave de humor y esperar una mejor ocasión.

La primera vez. Estrenas pareja y no sabes cuándo ni cómo va a ocurrir, tienes muchas ganas pero también te preocupa que no sea perfecto. Al final, pasa, pero no es lo que esperabas. Si te ha ocurrido y te ha entrado el bajón, tranquila, no eres la primera. Si hay complicidad y buena comunicación, las cosas pueden mejorar. A medida que os vayáis conociendo y haya más confianza e intimidad, lo comprobarás. A veces nos ponemos el listón muy alto, pero lo que importa es que la relación valga la pena y también la voluntad por ambas partes de que funcione.

La mañana despuésNormalmente imaginamos que ha de ser un momento especial de intimidad, sobre todo si la noche ha sido genial. Pero es posible que el otro/a duerma más de la cuenta, se tenga que ir rápidamente, no esté en el mismo punto que tú o no le apetezca nada desayunar al levantarse, así que mejor no “montarse muchas películas”. Sonríe, pregúntale si le apetece un café, ¡e improvisad! Ser natural es lo que mejor suele funcionar.

Cena afrodisíaca… fallida. Puede que te haga ilusión preparar una cena “romántica” que acabe en el lugar al que quieres llegar, y que dediques mucho tiempo organizando todos los preparativos: lugar, menú, tu outfit… Pero hay que estar predispuesto y receptivo por ambas partes. Las luces cálidas, el entorno, la buena comida y la música ayudan. Pero si se ve todo muy forzado o tu interés no es correspondido, no funcionará. Mejor pedir algo para cenar en casa de forma improvisada y dejar un margen abierto a la posibilidad, que liarte a preparar una cena especial o gastarte un dineral en un restaurante top, para nada.

Orgasmos múltiples ¿un mito? El mito no es que existan o no, sino tener la expectativa de alcanzarlos o pensar que la culpa de no conseguirlos recae en nuestra pareja. Cada mujer tiene una respuesta sexual diferente. Algunas pueden experimentar varios orgasmos de menor intensidad y otras un único orgasmo o varios de alta intensidad. Al final, el mejor orgasmo, aseguran los expertos, es aquel que se ha disfrutado.

Fantasía: maratón de sexo. Como todo, es mejor dejar que las cosas surjan de forma natural y conocerse previamente. Hay quien puede aguantar el tipo y quien necesita descansar para recobrar energías. Además, más sexo o más frecuente no significa que sea mejor. Lo importante es la calidad y disfrutarlo.

«¿Qué haga…qué?» A veces, las decepciones se deben a que el sexo tiene lugar antes de que exista la confianza necesaria para hablar de las preferencias personales en ese plano. Así que, aunque no podáis controlar el deseo, la comunicación es esencial, sobre todo si lo que te propone no te gusta o viceversa. El sexo ha de ser satisfactorio para los/las dos. Y lo mismo vale aunque llevéis un tiempo juntos/as. Si no te atreves a hablar abiertamente de ello con tu pareja es que algo está fallando.

El tamaño ¿importa? Es un tópico y hay a quién le importa, claro. Pero, aunque visualmente puede que nos excite más o menos, lo que cuenta al final no son tanto los centímetros sino la satisfacción sexual y que haya “química”. Así que es mejor no juzgar de entrada por las apariencias y esperar a entrar en acción.

Sexo en la ducha. Las películas han creado un mito, pero no suele ser la forma más cómoda hay que regular el flujo del agua, la temperatura, controlar la posición, y tener algo de práctica en la improvisación. ¡Ah! y ser relativamente rápido, porque estar mucho rato en remojo puede hacer que vaya disminuyendo la excitación…
Otra opción “mitificada” es el jacuzzi en pareja: si a los/las dos os encanta daros un baño, podéis probar. Pero si no, suele ser más incómodo que excitante, sobre todo si falta espacio o el agua empieza a desbordarse y no estás en tu casa…

Orgasmo al unísono: ¿misión imposible? Tenemos la idea preconcebida de que llegar en pareja y a la vez es la situación perfecta. Y sí, es muy satisfactorio, pero conseguirlo de forma habitual no es fácil. Si ocurre… ¡disfrútalo! Pero no lograrlo no tiene nada que ver con ser un mejor o peor amante, sino con los tiempos de excitación y de respuesta sexual, ya que entre hombres y mujeres suelen ser diferentes las vías para alcanzarlos, y a nivel individual también.

Nuevas posiciones. Por probar, no pasa nada, al contrario, puede ser estimulante y divertido incluso, si hay complicidad y confianza mutua. Pero hay que respetar los gustos del otro/a y ser consciente de las propias limitaciones. Si no eres un yogui ni flexible por naturaleza, o tienes cierta edad, mejor no innovar mucho o ir poco a poco. Y es importante que los/las dos estéis de acuerdo. Forzar la situación o hacer que el otro/a se sienta obligado a hacer algo “por complacer” no suele dar un buen resultado.

La seguridad no “mata” la espontaneidad. Si tienes un encuentro sexual con alguien que no conoces es importante que toméis medidas preventivas de barrera para evitar las infecciones de transmisión sexual. No tiene por qué “cortar el rollo” o tomarse como una falta de confianza. Si no está de acuerdo, no tiene en cuenta tus intereses y no es un buen punto de partida.

En fin, como ves, la clave es ser natural, expresar tus deseos, escuchar los del otro/a y, sobre todo, mantener una buena comunicación con la pareja para poder hablar con sinceridad.