Tener un aborto espontáneo es bastante frecuente. Se calcula que entre un 10-20% de los embarazos acaban en un aborto, y es posible que la cifra sea más alta porque muchas veces ocurren incluso antes de que se sepa que hay un embarazo.

En la mayoría de los casos la causa es de origen embrionario. El embrión no se desarrolla correctamente o no es viable, por lo que el embarazo no progresa y nuestro cuerpo lo finaliza de forma natural. Por ello los médicos lo consideran algo puntual y no suelen darle más importancia. Pero, ¿qué ocurre cuando se produce más de una vez? ¿hay otras causas que puedan provocarlo? y ¿qué protocolo se suele seguir en estos casos?

Según explica la Dra. Núria Murcia, especialista en Reproducción Asistida de Dexeus Mujer en Manresa y Barcelona, «a partir de dos abortos consecutivos es aconsejable consultar a un experto, tanto por el impacto que supone desde el punto de vista emocional como para realizar algunas pruebas que ayuden a encontrar la causa o a descartar  alguna patología”.

Las mujeres de edad avanzada presentan un mayor riesgo de aborto, porque a mayor edad hay una pérdida de la calidad de los óvulos que condiciona una mayor tasa de alteraciones cromosómicas en los embriones, una de las causas más frecuentes de aborto. Pero hay mujeres jóvenes que también experimentan abortos de repetición, “así que hay que estudiar cada caso de forma individual”, indica la Dra. Murcia.


¿Cuál puede ser la causa?

“Lo que hacemos habitualmente es realizar algunas pruebas para comprobar si hay algún problema concreto que esté impidiendo el desarrollo embrionario y la evolución del embarazo”, explica la Dra. Núria Murcia. Es muy importante valorar la edad de la paciente, su historial clínico y el de la pareja masculina (si tiene), los antecedentes familiares, etc., ya que las causas pueden ser muy diferentes:

Lo más habitual es que se trate de un problema de origen embrionario. Esta es la causa de más del 50% de los casos de aborto.

Alteraciones cromosómicas en los progenitores. Estas alteraciones pueden pasar desapercibidas, pero da lugar a embriones con alteraciones que no sean compatibles con la vida.

Malformaciones uterinas congénitas. La causa puede ser un problema uterino no detectado a nivel estructural, que puede interferir en la correcta implantación y desarrollo del embrión.

Miomas. No todos los miomas comportan un riesgo de aborto, dependerá de su localización, tamaño y número.

Problema endocrino. Una disfunción de la glándula tiroides correctamente tratada no supone un factor de riesgo, pero es importante tener un buen control ya que si no puede condicionar una mayor probabilidad de tener un aborto.

Obesidad y bajo peso: son otros factores que pueden favorecer el riesgo de aborto.

Síndrome antifosfolípido. Es un trastorno autoinmune que provoca coágulos de sangre y trombosis. La presencia de estos coágulos puede ocasionar problemas en el flujo y la circulación de la sangre. Este problema se puede tratar con fármacos anticoagulantes.

Como ves se trata de un tema algo complejo, en el que no hay unas directrices claramente determinadas, porque es difícil establecer una relación de causa-efecto. “Lo que yo aconsejo a las pacientes en estos casos es que consulten y se dejen guiar por el especialista. Tener dos o incluso tres abortos de repetición no significa que una pareja no pueda tener un embarazo que evolucione favorablemente, y hacerse más o menos pruebas tampoco permite siempre hallar una causa concreta. Por ello la experiencia profesional y el estudio y valoración de cada caso es la mejor guía para tratar de buscar soluciones y reducir el riesgo de un nuevo aborto”, concluye la Dra. Murcia.

¿Qué pruebas se recomiendan?
Para averiguar cuál puede ser la causa, es posible que tu ginecólogo/a te recomiende realizar alguna de las siguientes pruebas:

Estudio de la cavidad uterina a través de una ecografía transvaginal en 3D, una histeroscopia o resonancia magnética. El objetivo es descartar posibles problemas físicos o estructurales.
Cariotipo. Se trata de una prueba genética que permite examinar el conjunto completo de los cromosomas de una persona.
Factor endocrino. Si se descarta un problema uterino y no se detecta ninguna anomalía a nivel cromosómico, puede que la causa sea de tipo endocrino y que esté relacionada con una disfunción de la glándula tiroides.
Test endometrial. Existen tests específicos para valorar la microbiota endometrial, aunque no se recomienda su puesta en práctica de forma sistemática, sólo en casos determinados.
Estudio de trombofilias. Es muy importante la valoración del síndrome antofosfolípido que hemos mencionado antes. Se puede valorar ampliar el estudio de la coagulación según los antecedentes personales o familiares de trombosis o tromboembolias venosas.
Seminograma. Si tu pareja es masculina, es posible que recomienden realizar un estudio del semen o seminograma, que permite observar la morfología y movilidad del esperma y cuantificar su concentración.
FISH de espermatozoides y test de fragmentación del DNA. La primera es una técnica que permite analizar el contenido cromosómico de los espermatozoides. En caso que el ADN del esperma tiende a fragmentarse, podría ser el motivo de los abortos de repetición.
Diagnóstico genético preimplantacional (DGP). Se aconseja en caso de recurrir a un tratamiento de reproducción. Esta técnica permite realizar un estudio del embrión para detectar si presenta alguna anomalía o alteración cromosómica. Su aplicación permite seleccionar aquellos que estén libres de anomalías para transferirlos al útero, con el fin de reducir el riesgo de aborto.