Sabemos que un tratamiento de reproducción puede no salir bien, pero son tantas las expectativas que ponemos en cada intento que siempre cuesta asumir que no ha funcionado. Especialmente cuando no es la primera vez que falla y estamos bajas de ánimo y sensibles, a nivel físico y emocional. Sin embargo, es algo que pasa más de lo que se explica y que entra dentro de lo normal.

Los tratamientos de reproducción asistida tienen una tasa de éxito alta, pero esa tasa no deja de ser un dato estadístico. Las circunstancias de cada persona y de cada embrión son diferentes en cada intento y tratamiento, y por ello es difícil prever exactamente cómo va a ir el proceso. Además, hay muchos condicionantes que se deben tener en cuenta: la edad y el estilo de vida de la madre, la receptividad uterina, la propia capacidad del embrión para implantarse y desarrollarse, aunque sea de buena calidad. Incluso en los tratamientos de ovodonación, en que la donante del óvulo es siempre una persona joven, se producen fallos.

Pero, aunque seamos conscientes de ello, la noticia del fracaso siempre conlleva una decepción.  Por ello, hay que saber gestionar las emociones que provoca. “Tristeza, enfado, rabia, incomprensión, desánimo, sensación de culpa y apatía son algunas de las más frecuentes”,explica Sandra G. Lumbreras, responsable de la Unidad de Psicología de Dexeus Mujer. “También se buscan las causas y algo o alguien a quien culpar, porque al ser un tratamiento en el que hay intervención humana, a menudo se considera que el fallo es externo, y, a veces, se pierde la confianza en el centro, en el médico o en el procedimiento, y eso no ayuda, porque aumenta el malestar emocional”, añade.

“La mejor forma de superar este altibajo es, ante todo, eliminar los sentimientos de culpa, hacia una misma y hacia los demás, y también tratar de modificar algunas cosas que refuercen la sensación de confianza y control que tiene la paciente sobre el proceso”, explica Sandra. A menudo es difícil averiguar exactamente qué ha fallado, pero podemos hacer cambios para sentirnos mejor preparadas y más fuertes, física y anímicamente. Practicar algo más de ejercicio, evitar en lo posible el estrés o tomarse unos días de descanso, si se puede, cuidar la alimentación y cambiar algunas rutinas son algunas ideas para sentirse mejor en el próximo intento.

También es importante no quedarse con dudas y expresar lo que sentimos de forma abierta -lo positivo y lo negativo-, preguntar al médico todo lo que necesitemos preguntar y consultar cuáles son nuestras opciones desde un punto de vista realista, sobre todo si llevamos varios intentos fallidos o abortos. Tampoco hay que descartar pedir apoyo emocional o psicológico.

Si has tenido abortos repetitivos, es posible que sea necesario realizar un estudio genético para comprobar si hay algún problema que afecta a la fertilidad o provoca alteraciones cromosómicas ene l embrión. Pide consejo médico y date un tiempo antes de decidir cuál es el siguiente paso que quieres dar. No te dejes llevar ni sientas que los demás deciden por ti. Es importante sentir que tú participas activamente en la toma de decisiones.

De todos modos, “aunque los sentimientos que provoca el fracaso son parecidos en la mayoría de los casos, para ayudar a una paciente es muy importante tener en cuenta cuál es la situación personal de cada una”, explica Sandra G. Lumbreras. “No es lo mismo enfrentarse a un tratamiento fallido si tienes varios embriones todavía, que si solo te queda uno o ya no tienes más. Tampoco sientesla misma presión con 38 años que con 45, ni si es el primer tratamiento el que ha fallado o el tercero”,añade. “Cuánto más difícil es lograr un embarazo, más cuesta asumir el fracaso, y volver a ilusionarse para un nuevo intento”. Por este motivo, es importante saber desde un inicio cuales son nuestras opciones y planificar, más o menos, cuánto tiempo vamos a darnos de margen para intentarlo. Asimismo, llegado el momento, hay que estar dispuesto a abrirse a otras opciones, como la acogida o la adopción, o incluso plantearse la vida sin hijos”, añade.

Otro aspecto fundamental que ayuda en este proceso es el apoyo emocional que se tiene, de la pareja y/o de la familia, así como la situación económica y laboral. El factor económico pesa mucho e influye en la presión que cada paciente tiene y se exige y, al mismo tiempo, vuelca sobre el centro y el equipo médico. “Este aspecto afecta mucho a nivel personal, porque implica más ansiedad y estrés añadido”, explica Sandra G. Lumbreras.

El desencuentro o la diferencia de opinión en la pareja, sobre todo cuando uno insiste y el otro se deja llevar, también va desgastando la relación e influye en el estado de ánimo de la paciente, lo que puede afectar a los resultados. Por ello es importante cuidar la relación durante todo el proceso, ser sincero y apoyarse mutuamente y, sobre todo, tener claro que, por encima del proyecto de familia, está el proyecto de pareja.

“Otra recomendación que también doy a las pacientes, es que dejen pasar un tiempo entre un tratamiento fallido y un nuevo intento, si es posible”, explica Sandra. El tiempo permite poner distancia, y ver las cosas con mayor perspectiva. También ayuda a reflexionar y a valorar mejor la situación y las alternativas.

Asimismo, es fundamental tener otros proyectos de vida y no dejar que nuestra vida gire alrededor del tratamiento y de la maternidad exclusivamente. Hay que seguir haciendo nuestras actividades habituales, relacionarnos con amistades y familia, y potenciar todas las cosas que mejoren nuestro bienestar emocional. La vida nos ofrece muchas cosas que podemos disfrutar.