Si eres joven y no tienes pareja masculina, pero quieres ser madre, quizás te preguntes si vale la pena intentarlo mediante la inseminación artificial. La respuesta es sí, pero solo si reúnes las condiciones que se consideran adecuadas. Por ello, antes de elegir esta técnica es importante que te informes bien.

La mayoría de las mujeres la escogen por diversos motivos y todos muy comprensibles: es lo más parecido a la fecundación natural, más rápida y económica que una Fecundación in vitro (FIV) y menos invasiva. Además, no requiere ningún tipo de hospitalización ni anestesia, se realiza en la consulta ginecológica y en muchos casos se puede llevar a cabo sin tratamiento hormonal. Y otra ventaja: permite realizar varios intentos en un plazo corto de tiempo.

Sin embargo, es importante saber que las posibilidades de lograr un embarazo con esta técnica son más bajas que las que ofrece la FIV, sobre todo si ya has cumplido los 36 años. No es que haya límite de edad para esta técnica, pero se aconseja tener menos de 37 años porque a medida que aumenta la edad de la mujer, disminuye la fertilidad, ya que los ovocitos generados tienen más anomalías, lo que da lugar a embriones de peor calidad, mayor tasa de aborto y disminuye las posibilidades de que el embarazo se desarrolle y culmine con éxito. Por eso es una técnica que no se aconseja a mujeres de edad avanzada, ni cuando existen antecedentes en la familia de enfermedades hereditarias de origen genético, ya que podrían ser transmitidas a la descendencia (algo que en la FIV se puede evitar aplicando la técnica del diagnóstico genético preimplantacional, que permite seleccionar los embriones).

No obstante, para muchas mujeres jóvenes, sin pareja o con pareja femenina, la inseminación artificial es una muy buena opción, ya que las posibilidades de lograr un embarazo en estos casos son similares a las de cualquier otra mujer que intente lograrlo de forma natural. Por ello, si el primer intento falla, no hay que desanimarse, ya que entra dentro de lo que se considera completamente normal. De hecho, muchos centros ofrecen packs de tratamiento que incluyen la posibilidad de realizar más de un intento, porque en muchos casos dos o tres son suficientes para lograr el embarazo, siempre y cuando no tengas problemas de fertilidad o haya otras razones que puedan dificultar la gestación. En este post, la Dra. Dalia Rodríguez, de nuestro Servicio de Reproducción, explica cómo se lleva a cabo y qué pruebas se suelen necesitar.

Para averiguar si esta técnica puede estar indicada para ti, lo primero que debes hacer es pedir visita con un especialista en reproducción. Durante esta primera visita, lo habitual es que el médico te haga una serie de preguntas para abrir una ficha en la que consten algunos datos personales e información sobre tu historial clínico. En general, el ginecólogo/a, te preguntará primero sobre tus antecedentes personales y familiares: enfermedades, operaciones, estilo de vida, dieta, hábitos tóxicos (como si fumas o bebes alcohol) y otros aspectos ginecológicos: regularidad menstrual, si tienes dolor con la regla, si has tenido alguna enfermedad de transmisión sexual… También es habitual realizar una exploración mamaria y ginecológica, que incluya citología, así como solicitar una analítica completa, para descartar infecciones y comprobar cuál es tu estado de salud en general.

Otra prueba necesaria es un estudio de tu reserva ovárica. Consiste en realizar un análisis de sangre para observar los valores de la hormona Antimulleriana (AMH) -que se produce en nuestros ovarios y también interviene en el proceso de maduración de los óvulos- y una ecografía transvaginal, en donde se cuentan el número de folículos antrales, que miden menos de 10 mm y también nos dan una predicción de respuesta en los casos en que se realiza una FIV. Los folículos antrales son pequeñas bolsas de líquido que se forman y crecen en los ovarios y en cuyo interior se encuentran los óvulos inmaduros. Cada folículo contiene un óvulo. La ecografía visualiza el número, tamaño y ritmo de crecimiento de los folículos que están madurando. El tamaño de los folículos va creciendo a lo largo del ciclo hasta romperse en el momento de la ovulación y desprender el óvulo. En la ecografía, también se evalúa la morfología uterina y se comprueba que no haya otros problemas que puedan dificultar un embarazo. De paso, ¡aprovecha esta primera visita para preguntar todas las dudas que tengas!

En cuanto al donante de semen y la selección del mismo, no debe preocuparte, ya que los bancos de semen realizan un estudio muy riguroso de los donantes, para evitar la transmisión de enfermedades a la descendencia. Este examen incluye un estudio de la calidad del semen (seminograma), un estudio genético general (cariotipo), un estudio de enfermedades infecciosas (hepatitis, sífilis, sida, etc.) y, si lo deseas, un estudio de múltiples enfermedades de origen genético de carácter recesivo, que no siempre se manifiestan. En nuestro centro este estudio genético se denomina qCarrier. Si deseas que lo incluya, también te lo tendrás que hacer tú, para descartar que seas portadora de alguna enfermedad de este tipo. La selección del donante se realiza de acuerdo con tu grupo sanguíneo para evitar problemas de incompatibilidad por el Rh, y tus rasgos físicos (se tiene en cuenta tu grupo étnico, estatura, color de pelo, de ojos y de piel).

En general y si todo está bien, lo normal es que, una vez iniciado el ciclo menstrual (en los ciclos naturales), al cabo de unos 8-10 días, empiecen los controles. Estos son ecográficos y se realizan para valorar el crecimiento del folículo (que es donde se forma el óvulo). A partir de 16 mm, también se deben realizan controles más seguidos y test de orina, para poder programar el día de la inseminación.

En los casos en los que es necesario realizar tratamiento hormonal (sobre todo en mujeres mayores de 37 años o con ciclos muy irregulares), el tratamiento suele ser muy suave y se inicia el 3er día de la regla. Los controles en este caso empiezan al cabo de 5 días de tratamiento y se realizarán cada 2 días, hasta que el folículo seleccionado alcanza un diámetro de 18 milímetros como mínimo. En ese momento se administra otra hormona (HCG), que provoca la ovulación y la inseminación se realiza en el plazo de 2 días. Desde que te viene la regla, hasta que estás preparada para realizar la inseminación, pueden transcurrir de 8 a 15 días, dependiendo de cómo sean tus ciclos y si haces el tratamiento, de cómo reacciones al mismo.

En cuanto a la inseminación en sí, se trata de un proceso muy rápido e indoloro, que se realiza directamente en la consulta y se parece a la revisión ginecológica. Se te coloca un espéculo y con un catéter (que es una cánula muy finita), se introduce la muestra de semen del donante seleccionado dentro del útero. Solo tendrás que permanecer en reposo de 10 a 15 minutos tras la inseminación, y después puedes hacer vida normal. En el caso de que hayas seguido un tratamiento hormonal, te tendrás que poner unos óvulos vaginales de progesterona a partir del día siguiente y durante 10 días por vía vaginal, para favorecer todo el proceso.

Durante los primeros 3-4 días tras la inseminación, conviene que no hagas esfuerzos físicos importantes y que cuides tu dieta evitando comer carnes poco hechas y quesos no pasteurizados y de textura cremosa, para prevenir la toxoplasmosis y la listeriosis. A veces, tras la inseminación, es posible tener alguna pequeña pérdida de sangre, que suele ser escasa y no te tiene que alarmar. No obstante, informa a tu médico y consulta siempre cualquier duda que tengas.

 

También para parejas heterosexuales

La inseminación artificial con semen de donante también se puede indicar en parejas heterosexuales, cuando el semen no reúne las cualidades adecuadas y si no se quiere hacer una FIV, así como si existe azoospermia (no hay espermatozoides en el eyaculado) o alguna enfermedad genética ligada al hombre. En el caso de que se utilice el esperma de tu pareja (hablamos entonces de IAC: inseminación artificial intraconyugal), él tendrá que realizar las pruebas que indique el especialista (seminograma, analítica de sangre, etc.) La muestra de esperma se debe obtener el mismo día de la inseminación, pero unas dos horas antes, ya que debe prepararse en el laboratorio: se concentra en un volumen muy pequeño (0,2ml), que será lo que se utiliza para realizar la inseminación. Para mejorar al máximo la calidad del semen, se aconseja no mantener relaciones sexuales durante los 2-4 días previos al día en que se recoge la muestra.

 

Esperamos que la lectura de este post te haya resultado útil, y, si ya estás convencida, te anime a dar el paso. Si necesitas más información, consulta en nuestra web. ¡Mucha suerte!