“Sucedió en unas pocas horas ¡y lo hicimos en un tiempo récord!” cuentan los que lo vivieron. Hablamos del traslado desde la Bonanova a la Gran Vía de Carlos III, que se hizo en solo tres días, en julio del 2007, hace ahora justamente… ¡diez años!

Y, sí, visto en perspectiva, ha pasado mucho tiempo, pero para todos los que llevan años trabajando en nuestro centro y muchas de las pacientes de “toda la vida” parece que fue ayer, porque en la antigua clínica vivieron momentos inolvidables, y guardan un montón de recuerdos. Algunas vieron nacer allí a sus hijos, y muchos profesionales iniciaron o consolidaron en ella su trayectoria profesional.

Pero el traslado fue, sin duda, un gran cambio, y supuso el inicio de una nueva etapa que ha comportado muchas ventajas. De entrada, más espacio: pasamos de 3.000 m2 a más de 5.000 m2, mejor acceso, centralización de la atención médica, buena comunicación con las vías de entrada y salida de la ciudad y renovación de la imagen, manteniendo la proximidad a un gran centro hospitalario con servicios de guardia de 24 horas. Además, se puso en marcha la digitalización de las historias clínicas de las pacientes, un hecho que fue decisivo para agilizar el seguimiento médico y toda la actividad asistencial.

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En el 2007 las historias clínicas todavía estaban en papel y ¡eran más de 120.000! Una montaña de información confidencial que debía de trasladarse al nuevo edificio de forma muy bien organizada. Por eso, el equipo de documentación médica dedicó varios días y muchas horas a hacer las cajas, que se apilaron de forma alineada formando una pared de varios metros de alto… y de largo.  Y que, una vez depositadas en el nuevo espacio, tuvieron que ser clasificadas de forma muy rápida y rigurosa para que la actividad del centro pudiera reanudarse de forma inmediata.

Pero lo más complejo fue el traslado del material biológico del laboratorio de Fecundación in vitro. Nada menos que 20.000 embriones, que permanecían congelados en tanques de nitrógeno a -196oC, fueron trasladados en camiones custodiados por el personal del propio centro -que no los dejaron «solos» en ningún momento- y por la guardia urbana, para evitar el riesgo de un posible accidente. Por ello, el traslado se hizo de madrugada y el recorrido fue trazado y estudiado meticulosamente de manera que el terreno fuera lo más llano posible y el trayecto corto y poco transitado, como si se tratara de una operación policial secreta.

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Afortunadamente, todos los embriones llegaron sanos y salvos a su nuevo destino y gracias al esfuerzo y la profesionalidad del equipo que coordinó la operación, el nuevo centro reanudó su actividad el martes siguiente “como si nada hubiera pasado”.