“No es mi nieto, es mi hijo”. Quizá cueste creerlo -o confesarlo-, pero es una realidad, porque cada vez son más los hombres que estrenan o renuevan su paternidad a una edad avanzada. Razones hay muchas: por un lado, el retraso en la edad de la maternidad de las mujeres (que también les afecta a ellos), y por otro, las crisis matrimoniales y de pareja que favorecen la creación de nuevas parejas que culminan con el nacimiento de un hijo o varios. Aunque también hay solteros de oro, como George Cloney, que se ha estrenado este año a sus 56 años. Y no es el caso más sonado entre los famosos: Bruce Willis fue padre con 59 (aunque por cuarta o quinta vez), George Lucas a los 69 y Mick Jagger ¡a los 72!. Aunque de Mick Jagger ya casi nada nos sorprende.

Muchos han tenido que recurrir a las técnicas de reproducción asistida, pero aun así, la pregunta del millón es: ¿cuál es el límite biológico para la paternidad? Está claro que en el caso de los hombres la fertilidad se alarga más que en el de las mujeres porque tienen la capacidad de producir nuevos espermatozoides de forma continua. Pero los estudios demuestran que los espermatozoides de un hombre de cierta edad (que se acerque a los 60 años o más) no tienen el mismo potencial de fertilidad que los de un joven de 25 años, porque a partir de los 45 su capacidad para fecundar un óvulo y conseguir que se produzca un embarazo a través del coito se ve disminuida. De hecho, y recientemente, algunos bancos de esperma han establecido esa edad como el límite para poder donar gametos masculinos.

¿Y qué efectos tiene el envejecimiento en su fertilidad? De entrada se ha comprobado que afecta a la producción hormonal y de espermatozoides, y aunque todavía quede mucho por investigar, existen datos y resultados que permiten afirmar que este proceso puede provocar alteraciones a nivel molecular en el espermatozoide -como ocurre con cualquier otra célula de nuestro cuerpo- que afectan a su funcionalidad.

El proceso de envejecimiento de los espermatozoides el resultado de una compleja interacción entre daño molecular, mantenimiento y reparación del mismo dentro del testículo. Por lo que se trata de un proceso irreversible en el que el estilo de vida y la genética pueden influir, pero de forma relativa. Por lo que el esperma de hombres de edad avanzada es más susceptible de presentar alteraciones morfológicas y mutaciones genéticas de novo  –es decir, que no son de origen hereditario–  en la descendencia, incluso se ha relacionado con el desarrollo de trastornos neurocognitivos.

Por este motivo es fundamental que, a la hora de concebir, los varones que sobrepasan los 45 años pidan valoración a un experto en andrología, porque el riesgo de ciertas malformaciones multifactoriales en los hijos es significativo cuando la edad del padre es mayor de 50 años. De hecho, muchos abortos y dificultades para concebir en parejas de edad avanzada se deben precisamente a alteraciones genéticas que dificultan el desarrollo del embrión y ahora sabemos que el factor masculino tiene un aporte en este sentido.

De todos modos, la infertilidad ligada a la edad es un problema que va a seguir creciendo en las sociedades desarrolladas, al igual que la paternidad tardía. En los EE.UU la tasa de fecundidad de los hombres en sus 30s ha aumentado en un 21% y para los hombres de 40 años o más, casi un 30%. En cambio, en los menores de 30 años ha disminuido en un 15%.

Por esta razón, aunque se habla mucho de la maternidad tardía, es importante que se sepa que la fertilidad masculina también tiene límites y que ser padre a los 50 no solo es más cansado que a los 30, sino también más difícil.