Dicen que “el parto es la primera cita a ciegas en la que puedes estar segura de que conocerás al amor de tu vida”. Si acabas de ser mamá, es probable te haya pasado. Pero la idea del flechazo “instantáneo” entre madre e hijo no siempre se cumple, así que tampoco debes sentirte mal si no ha sido así. De hecho, el “amor a primera vista” no existe, aunque nos lo quieran hacer creer. Sí podemos sentir una atracción irresistible y espontánea hacia otra persona, por su aspecto físico o personalidad. Pero para amar realmente a alguien hay que darse un tiempo para conocerse y, lo más importante, tener la voluntad y el deseo de crear ese vínculo.

“En el caso de la relación entre madre e hijo se ha hablado tanto que muchas madres se sienten culpables por no sentir un amor incondicional hacia su bebé desde el primer momento. Pero el vínculo que se crea entre ambos es una experiencia personal y puede producirse tanto de forma inmediata como desarrollarse progresivamente” explica Sandra García Lumbreras, responsable de la Unidad de Psicología de Dexeus Mujer.

Es verdad que, en el caso de la relación entre madres e hijos, las hormonas trabajan a favor del apego, ya que desde el punto de vista biológico el vínculo materno filial en la mayoría de los mamíferos es básico para asegurar la continuidad de la especie. Por ello, desde que nace un bebé, hay sustancias químicas y neurotransmisores que fortalecen el sentimiento de vínculo y el desarrollo del instinto de protección de la madre hacia su descendencia. Una de estas sustancias químicas que se liberan de forma natural es la oxitocina, una hormona que también tiene un papel destacado durante el parto y la lactancia. Pero su producción no basta para crear un sentimiento de amor hacia el bebé. Hay otras emociones, experiencias, influencias culturales y sociales que también están implicadas en su desarrollo.

De hecho, los estudios indican que el instinto maternal no es algo innato. “En realidad, es un deseo, una emoción, algo que ponemos en marcha sin haberlo aprendido, al ver a otras mujeres con sus hijos, sus experiencias”, explica Sandra. “Pero también es un sentimiento que se va desarrollando y aprendiendo con la propia experiencia durante la crianza, a medida que mejorar el conocimiento de nuestros hijos y de sus necesidades, nuestra capacidad de anticipación a ellas y nuestro deseo de protegerlos”, añade.

Por ello la mayoría de los expertos afirma que para fortalecer el vínculo es importante que el contacto entre madre e hijo se produzca lo antes posible, en las primeras horas y días de vida del recién nacido. No obstante, hay situaciones en las que por complicaciones en el momento del parto o problemas de salud de la madre o el bebé no es posible. En estos casos el vínculo materno filial no se pierde y se puede desarrollar más tarde, como se ha demostrado. Así que si es tu caso no sufras. En cuanto sea posible a nivel médico, podrás estar con tu bebé y se irá estableciendo el vínculo de forma progresiva. Si tienes pareja, tu pareja puede practicar el contacto «piel con piel» para que el bebé sienta la seguridad que necesita.

Cómo reforzar el sentimiento de apego
En general, para favorecer el desarrollo del vínculo entre madre e hijo, se recomienda:

El contacto directo piel con piel, acariciarle, besarle, hacerle masajes suaves, sentir su calor.
Amamantar al bebé. Durante la lactancia, tu cuerpo segrega hormonas que fomentan la relación de apego entre madre e hijo.
Si le das el biberón, no te preocupes. Sentir su contacto y su calor y dejar que se duerma en tus brazos también refuerza el vínculo.
La comunicación diaria: hablarle, cantarle, mirarle a los ojos, explicarle cosas, sonreírle.
Cogerle en brazos, utilizar una mochila para los desplazamientos que favorezca el contacto, acunarlo antes de ir a dormir.

Todo ello, además, hace que se sienta amado, seguro y protegido.

Cuándo es importante consultar a un psicólogo
En algunos casos puede que la madre necesite más tiempo y apoyo para recuperarse tras el parto, que se sienta desbordada, insegura, sola o incapaz de atender al bebé. Si es así es fundamental pedir ayuda y exteriorizar estos sentimientos, porque es posible que exista un problema de depresión postparto, falta de apoyo social/familiar u otros problemas personales que requieren atención. A veces puede ser algo pasajero por el miedo a no ser buena madre y la carga de responsabilidad que conlleva la maternidad (baby blues) pero aun en estos casos es importante explicarlo y pedir ayuda.

Síntomas de alerta
-Una tristeza profunda, sentimiento de vacío o desesperanza
-Si lloras con frecuencia
-Si pierdes el interés o ya no te producen satisfacción las actividades normales.
-Si te cuesta dormir de noche o estar despierta durante el día
-Pérdida o exceso de apetito
-Aumento o importante pérdida de peso, no intencional
-Sensación abrumadora de inutilidad, incapacidad o culpabilidad
-Ansiedad o pereza.


En resumen: sea cuál sea tu experiencia, date un tiempo si al principio te cuesta crear un vínculo. El amor de una madre hacia su/s hijo/s no es un flechazo. Es una reacción emocional e intuitiva de protección que va evolucionando y se transforma en un vínculo más intenso. Cada familia puede experimentarlo de manera diferente: para unos la base de esa relación es el amor incondicional, para otros, la libertad, la confianza o el respeto. Hay que salir de los clichés. Ser madre es un aprendizaje continuo. También influyen el carácter, las experiencias previas de cada persona y la forma en la que se haya vivido el embarazo y la maternidad.